El diálogo es: Esencia de la educación como práctica de libertad

Construir La libertad es algo en lo que deben apoyarse los nuevos movimientos políticos que avecinan su llegada.

Humanicemos la política estando más cerca de la gente; porque yo vi a los traidores y todos los vimos; ellos llegaron lejos gracias a todos nosotros; y nosotros seguimos estando en el lugar de siempre… Todo es un aprendizaje y si bien es cierto que no todos servimos para la política, hacemos de ella un acto cotidiano. 

Generemos desde nuestra vida cotidiana, algo más que la queja;  dialoguemos, acordemos, trabajemos codo a codo por la verdad y la justicia para todos.

 Existe una pedagogía  en la que el individuo aprende a cultivarse a través de situaciones de la vida cotidiana que él vive, y es la misma situación o experiencia que le aporta experiencias útiles para generar situaciones de aprendizaje.

Cada uno de nosotros  debe construir su realidad a través de las circunstancias que se generan en la vida cotidiana. Lo que construimos nos permite reflexionar y analizar el mundo en el que vivimos, “pero no para adaptarse a él, sino para reformarlo”, escribe Paulo Freire.

El individuo que reflexiona se va formando a sí mismo en su interior y crea su conciencia de lucha por transformar la realidad. Cuando se adquiere una forma nueva de pensar, los individuos aprendemos a luchar, a despertar, a justificar nuestra  existencia y nuestra fe.

Paulo Freire dice: “En las relaciones que se establecen, lo oprimidos aparecen como los generadores de la violencia, aun cuando su condición y después de los momentos que anteriormente se contaron lo inciten a modificar su posición social;  sin embargo, ante los ojos de los opresores, esa lucha se exalta como violencia innecesaria, sueños utópicos y no como las ideas de un revolucionario el cual se reconoce por el compromiso ideológico que establece con sus iguales y no por las acciones que ejecuta, puesto que la realidad del oprimido no es voluntad de Dios, puesto que Él no es culpable de la situación opresora, sin embargo ante la sociedad sin conciencia se presenta como algo normal. Estas circunstancias en ocasiones provocan una violencia equivocada entre los oprimidos como un intento de independencia.”

 El diálogo es: Esencia de la educación como práctica de libertad

 Se descubre a partir de aquí, que no hay palabra verdadera que no sea una unión inquebrantable entre acción y reflexión. Por lo tanto, decir la palabra verdadera significa transformar el mundo.

Los hombres no se hacen en el silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción, en la reflexión.  El diálogo implica un encuentro de los hombres para la transformación del mundo, por lo que se convierte en una exigencia existencial.

La reflexión sin acción, se reduce al verbalismo estéril y la acción sin reflexión es activismo. La palabra verdadera es la praxis, porque los hombres deben actuar en el mundo para humanizarlo, transformarlo y liberarlo.

No hay que esperar de la denuncia más que la denuncia misma;  porque  no posee compromiso al no haber acción. Sin embargo, cuando la palabra hace exclusiva referencia a la acción, se convierte en activismo, entonces minimiza la reflexión, e imposibilita el diálogo.

 De aquí, no son palabras encantadoras; mágicas, una interpretación antojadiza; el diálogo abre las puertas de nuestra propia vida y de la visión del mundo que tenemos.  Cuando aprendamos a entender con nuestras vidas la importancia de acercar en vez de alejar; todo se transforma, hasta el simple acto de vivir cada día en una ciudad como la nuestra, como las delegaciones; con esta seguridad y nuestra propia inseguridad; con un tránsito sin orden y con personas que no aceptamos que sin orden no se puede vivir porque dañamos al otro.

Educar para la libertad, no es cuestión de libros; es la simple razón de comprometerse con la verdad de todos; la mía y la de los otros y esto es un mensaje para todas las formas nuevas de política que quieren instalarse en nuestra ciudad.  Bienvenida a todas esas formas; sin ellas no habría posibilidad de encontrarse con nuestra propia idea de comunidad que queremos tener. Se trata de no detenerse.

La verdadera revolución y el cambio para una ética comunitaria, empieza con uno mismo. Si los valores están dormidos, aniquilados, o empobrecidos,  es hora de despertarlos.  Y sin política, no hay verdad; y sin fe no hay paz. 

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